lunes, 18 de octubre de 2021

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Desde la bóveda terrestre,
Él observa:

A hombres sometidos

mujeres indolentes; 

Todos pecadores.

Hornacinas y círculos.

Varón de dolores.


El juicio, la gloria,

la muerte, el infierno,

el búho omnipresente,

verdugo visual...

Penitente.


¡Rueda, rueda... Ruleta irisada!

La burla, el descaro, 

la avaricia, la gula,

la pereza y la desgana,

la envidia y el orgullo;

variables dispersas

en subgrupos infinitos.

Rueda truncada.


Imágenes impactantes

de espadas y lamentos,

iras y sarmientos

de forma extraña, dispuestos.


Bienvenida la lujuria

de juglares y bufones

en banquete de glotones.

Juicios y sobornos,

eclesiásticos perezosos,

campesinos borrachos

y señores feudales, envidiosos.

Espejo y demonio, 

en el interminable infierno,

de fuego, de carbón 

y de savia carmesí,

de todos, el más tenebroso

en la mente de El Bosco.

Amantes acechantes

arpas abandonadas a su suerte

puntas afiladas, desenvainadas;

Bastones y taburetes por el suelo.


                                            ¿En el suelo?

                                                    —En el suelo.

Sombrero colgante
atravesado por la flecha.

Personajes deformes

animales irreales

en la cabeza del maestro. 


En el final de los días, 

todos serán juzgados

por los pecados cometidos,

condenados a castigos

que huelen a sangre...

Exiliados, aislados y divididos

por obra divina,

de la magia cósmica,

el pincel y el artista.

Mujeres y hombres

inmersos en un  terrible juego

tan ancestral como el miedo,

en el que participan sin saberlo.

La gloria espera a los salvados

por sus buenas acciones, auspiciados

y en ocasiones, tentados

por los incesantes demonios de la cotidianidad.


Cristo redentor

de pecados, limpiador;

de todo, observador.

Ojo de Dios

pupila divina

el pintor con su pericia

conduce a los personajes

a su correspondiente postrimería.